La antigua, y es grato este adjetivo, ley de radiodifusión, norma jurídica sancionada el 15 de septiembre de 1980 y que lleva la firma de Jorge Rafael Videla y de miembros de la autodenominada Junta Militar que lejos de actuar en consecuencia al principio que da origen a las fuerzas armadas en los estados modernos: estar al servicio del pueblo, abruptamente usurpa el poder constitucional entre 1976 y fines de 1983.
Ésta realidad es argumento de sobra para que el parlamento nacional en una, digamos toma de conciencia, aunque no creo que se trate intrínsecamente de ello, sancione una nueva Ley de Radiodifusión más acorde a nuestros tiempos, más acorde con la democracia restaurada.
Y no se trata solo, como lo quieren hacer creer desde algunos sectores, de crear un instrumento legal que sirva para hacer propaganda del gobierno y controlar la información y con ello los grupos económicos que hoy se hacen cargo de esto. Y digo solo, porque me resulta evidente que mucho de cierto existe ya que el Gobierno Nacional se ha encargado de hacernos ver, desde su primer mandato, cuales son sus ansias. Ya en Santa Cruz mostraban aires de despotismo que incluso, ya no estando en el poder institucional de esta provincia estas figuras, se sigue sufriendo su política.
Pero también es real que se trata de actualizar una normativa que hoy quedó obsoleta en gran parte de su contenido. A raíz de esto, desde que me enteré de todo el movimiento que hoy nos coloca ante o bajo una nueva ley de medios, ya pensaba que seguramente la ley presentaría grandes fallas o excesos. Como expresé antes, no es mayoritariamente el bien social el que guió esta decisión del ejecutivo, pero sinceramente sea el gobierno que sea que encamine tal reforma que ya hoy arroja resultado, iba a llevarse mi aprobación.
Todo marco legal es producto de una correlación de fuerzas en una etapa histórica determinada. El inicio de esta ley tiene como origen una dictadura militar. Luego con el periodo democrático que se abre en 1983, las diferentes administraciones, han garantizado el derecho a la libertad de expresión de todos los ciudadanos i han ido otorgándole garantías a empresas de medios de comunicación. Es decir, sobre la misma base de acuerdos del texto original, por el capricho o necesidad del ejecutor de turno, la ley de radiodifusión 22.285 fue adaptándose usando para ello las mismas prácticas de origen, decretos o reglamentaciones del ejecutivo. Así es el caso que atañe al marco ético en el cual deberían estar contenidas las radiocomunicaciones en nuestro país, punto no claro desde el comienzo.
El mejor ejemplo de estos manejos producto de intereses encubiertos casi siempre, se encuentra en el artículo 5 que originalmente sostenía: Los servicios de radiodifusión deben colaborar con el enriquecimiento cultural de la población, según lo exigen los objetivos asignados por esta ley al contenido de las emisiones de radiodifusión, las que deberán propender a la elevación de la moral de la población, como así también al respeto de la libertad, la solidaridad social, la dignidad de las personas, los derechos humanos, el respeto por las instituciones de la República, el afianzamiento de la democracia y la preservación de la moral cristiana.
Luego fue modificado por el decreto del año 1999, Decreto 1005/99 Art. 1 Reg.: 8, el cual quedó redactado de la siguiente forma: “Los servicios de radiodifusión deben propender al enriquecimiento cultural y a la elevación moral de la población, según lo exige el contenido formativo e informativo que se asigna a sus emisiones, destinadas a exaltar la dignidad de la persona humana, el fortalecimiento del respeto por las instituciones y las leyes de la República y el afianzamiento de los valores inherentes a la integridad de la familia, la preservación de la tradición histórica del país y los preceptos de la moral cristiana. Las emisiones de solaz o esparcimiento recreativo no deben comprometer, ni en su forma ni en su fondo, la efectiva vigencia de los fines enunciados.
Y es este artículo el que considero primordial para la sociedad, porque es el que mayor alcance tiene, el que más efectos genera para que una sociedad sea libre, es decir pensante y sensible. Esto la hace una sociedad realmente dinámica en todos sus planos, capaz de reaccionar, capaz de recapitular; cosa que sabemos no pasa y le adjudico a los medios de masas alta responsabilidad en esto. Junto a una educación que también es obsoleta y a un sistema económico despiadado corrompen y alienan gran parte de ellos a nuestro pueblo; lo duermen, lo mantienen en una infancia, entendiéndose infancia como inconciencia.
Y no es más que bronca saber que los medios más influyentes disponen del dinero, de las mentes, de lo material, de todo lo que se necesita para hacer las cosas como se deben. Y las cosas se harán como se deben cuando realmente se trabaje con referencia al contenido de tal artículo. Tal artículo en su mayoría es emancipador del ser humano. Pero es por de más sabido que la lógica de consumo, tomando como fin solo esta actividad, deriva en lo siguiente: mientras se consuma da lo mismo hacerlo bien o mal. Y mal sabemos es mas fácil y entonces ya no es lo mismo. Ni para los responsables de la emisión, ni para el pueblo que también debe ser conciente de la responsabilidad política que le corresponde en esto.