Qué es ser periodistas hoy? ¿Es acaso andar todo el día de arriba abajo en busca de la primicia? ¿En qué se diferencia un periodista del ciudadano bien informado de Alfred Shutz? ¿Es ser un intelectual o es ser un profesional? ¿Es acaso un escritor del día a día? ¿Periodismo de oficio o de profesión? ¿Hasta qué punto el periodista es un idealista con ansias de cambiar el mundo y hasta donde es sólo un trabajador entre tantos?
Muchas son las dudas que surgen en torno a esta actividad. Respuestas las hay de todos los estilos y para todos los gustos. Existe cierto consenso generalizado acerca de que la tarea del periodista es echar luz sobre los acontecimientos sociales. Ahora bien, es paradójico que quienes ostentan semejante misión trabajen diariamente en un ámbito con demasiados claroscuros.
Si bien existen en nuestro país normas como el Estatuto del periodista profesional ley 12.908, la flamante Nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales, la Constitución Nacional y los tratados internacionales de carácter constitucional, y los códigos penal y civil más la jurisprudencia existente, resultan insuficientes a la hora de regular la labor individual de los periodistas, atendiendo a una tarea diaria sujeta a pautas éticas y metodológicas que permitan ofrecer al público un trabajo de calidad, que respete y enaltezca el derecho universal a la información.
En el mismo sentido, ya transitando el siglo XXI, es denigrante que para ser periodista no sea necesario ningún título universitario que lo acredite. Es absurdo que una sociedad que cuida que sus muros sean levantados por profesionales capacitados deje librado a la buena voluntad y al sentido común la construcción de la realidad social. Eso no es otra cosa que restarle valor , restarle importancia. Una sociedad, y sobre todo, unos profesionales, que no tomen en serio la capacitación formal como requisito indispensable solo dan cuenta de su falta de madurez. Aquel que entienda que para ser periodista no es necesario capacitarse universitariamente, es porque aun no ha dimensionado la importancia de ese rol.
Todo ello hace que la profesión se desprestigie día a día, que se tienda a nivelar hacia abajo, y se convierta al periodista en un lleva y trae de información adicionándole escaso o nulo valor agregado con su trabajo. Hay un punto que no debería estar en discusión: el derecho público de la ciudadanía a estar bien informada, y la labor del periodista en pos de ello. Siguiendo el planteo de Eliseo Verón en este sentido, debe entenderse que el periodista no es un simple difusor de la información : “El periodista es comunicador, comunicar es construir mundos, mundos diferentes, ni más ni menos objetivos, sino diferentes” (Verón, 2008)
Por ello insistimos en que teniendo un rol tan transcendental, trabajando día a día con una responsabilidad inmensa es gravemente erróneo que no exista, ni se promueva, la creación de una institución propia , conformada por los profesionales periodistas, capaz de regular de alguna manera esta actividad.
Observando esta carencia es que consideramos necesario la creación de un Colegio de Periodistas Profesionales como órgano vital para la regulación y la revalorización de la profesión. Un ente que sea capaz de exigir títulos universitarios, de administrar matriculas que identifiquen al profesional, que tenga sus tribunales de ética para que aquel sea evaluado en caso necesario, que inste a la capacitación continua y vele por el ejercicio responsable y dedicado. Un órgano que complemente, desde la sociedad civil, y de manera independiente la tarea que se lleva a cabo desde los poderes del Estado.
Lejos estaría de esta institución, el deseo de censura a la libertad de expresión, argumento que esgrimen quienes se oponen a la colegiación. Permitir que el periodismo sea exigido día a día a través de organismos como este, es reconocer que la responsabilidad de quien ejerce la libertad de expresión profesionalmente es inmensamente mayor que la del ciudadano común. Por ende es necesaria que las disposiciones legales en esta materia sean acompañadas por principios generales de deontología y ética profesional.
Existen antecedentes que no pueden dejarse de lado, como los llevados a cabo por organizaciones afines como FOPEA , centenares de códigos de ética y manuales de estilo. Es innegable sin embargo el retraso que se hace aún más evidente al comparar la situación de nuestro país con la de otros que han compartido y comparten con la Argentina contextos sociales, culturales, políticos, económicos y procesos históricos similares. Ello debería encender una luz de alarma, sobre todo entre quienes se dedican a esta profesión, aunque parece que falta todavía un largo tramo y sobre todo una reflexión profunda y seria con voluntad de encontrar soluciones concretas.
Un caso ejemplar es el de Chile, país que desde el 2001, encaró y lleva adelante un complejo sistema de normalización del periodismo profesional. (Que incluye la creación de un Colegio Profesional que exige la titulación para el ejercicio de la profesión). Pero no es el único: Uruguay, Perú, Costa Rica son ejemplos válidos también.
El panorama local es poco alentador. De hecho, como lo informó el estudio realizado por el ICFJ (International Center for Journalists), en el 2005, son pocos los países que no cuentan con proyectos más o menos sólidos, y la Argentina es uno de ellos.
Creemos que un mejor periodismo es posible, y que dicho cambio está en manos de los propios periodistas. Aquellos profesionales que tengan como compromiso la contribución a la construcción de la realidad social, trabajando en un marco de reglas claras comunes a todos, llevando su práctica a lo más alto mediante la exigencia continua.
Porque periodista es aquel que nunca pierde la fe en que un mundo mejor es posible ni las ganas de cambiarlo.